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Malvinas:
Nacionalidad? – Argentino.
Dónde vivís? – En Malvinas, trabajo en las Islas y vivo allí junto a mi mujer y dos hijos.
Es posible que llegue el día en que este diálogo sea una formalidad frecuente en alguna oficina del país. Es un sueño de millones de ciudadanos que creemos necesario saldar una cuenta con la historia colonial. Nos expulsaron por la fuerza en 1833 de un territorio que nos pertenece, y pretendemos hoy recuperarlo esgrimiendo –más que bayonetas- genuinos discursos y derechos. Es sencillo, puros derechos. Pero eso también implica un rol activo, un reto a nuestra imaginación y capacidad política que se plasme cada día y trascienda nuestra sentida evocación.
Este anhelo no tiene nada de romántico. Nuestras pretensiones distan de los delirios de una banda de criminales que izaron la bandera insular porque se las vieron negras en el territorio continental. Habían fundido el crédito, el país. Habían desbordado de terror y sangre los hogares nacionales mientras perdidos en los vapores del alcohol no dudaban en mandar más y más chicos al infierno en nombre de “la patria”, la de ellos y sus ministros, todos extranjeros hasta la medula en sus maneras de mirar el País.
Queremos nuestras a las Malvinas porque amamos la Argentina. La imaginamos saludable y prospera en su gente y sus números, su economía! Hoy Malvinas gozan de uno de los cuatro PBI más altos del planeta. U$S 55.000 per cápita anual (nosotros nos acercamos a U$S 12.000). Sus ingresos fundamentales se los debe a las licencias por 25 años de pesca que concedieron.
Y pretenden lo mismo con las licencias petroleras (ya están Flakland Oil Gas, Argos, Rockhopper, Desire, Borders & Southern) que procuran llevarse los 10.000 millones de barriles que presume su colosal plataforma submarina.
Estos indicadores superficiales arrojan por la borda cualquier sospecha de romanticismo. Hace añicos cualquier dejo de caprichos patrioteros y sustenta con gravedad la importancia de imponernos un plan de recuperación real e inteligente de las islas Malvinas. Un plan que revierta tres décadas de reveces diplomáticos. Un procedimiento gradual, pero integral. Tal vez una generación que con paciencia diseñe e implemente sin parar, acciones de comunicación, de cultura, de educación, de intercambio comercial, de conocimiento, de políticas turísticas, de cooperación, de firmes acuerdos internacionales y de visibilidad del problema en cuanto foro multinacional visitemos. De todas las aproximaciones que podamos hacer hacia Malvinas, sino forman parte de un diseño integral, ninguna podrá estrechar la real lejanía en la que se encuentran hoy si las pensamos como un espasmo.
Convoquemos a la serenidad sin demagogia. Invitemos a miles de argentinos que pueden y están deseosos de aportar las letras de ese plan. Un plan como una sinfonía. Sin estridencias, Sin locuras pero sin concesiones. Un plan estratégico en honor a nuestros chicos. En memoria de sus sueños mientras se congelaban sin armas. Mientras regresaban y les desconocíamos su heroísmo dándoles la espalda. Eso sería rendirles el homenaje que siempre merecieron.
Vi imágenes en la tele del show que el británico Roger Waters presentó en Buenos Aires. Me estremecía un cuadro en que miles de tipos bailaban frenéticos con las manos hacia el cielo mientras en la pantalla desde una extraordinaria nube de sangre, rojo muy brillante, llovían logotipos de Shell, Mercedes Benz, Royal Bank of Scotland, HSBC y otros símbolos universales, globales. Me preguntaba si todos entendíamos lo que pasaba. Imaginaba que sí, y el dialogo del comienzo parecía acercarse.