Vamos otra vez por la Córdoba que
queremos
Eran tiempos de progresismo cierto, con un país moralmente enriquecido
apostando a valores corroídos por la crisis del 2001.La ética, la honestidad y
la transparencia no eran enunciados vacíos y cierto orden comenzaba insinuarse en el funcionamiento del Estado en
todos sus niveles. El anhelo generalizado era poder vivir dignamente, sin las zozobras de la
inestabilidad, con frutos ciertos para el trabajo y devoluciones en servicios por parte de administraciones visibles, abiertas a la participación, solventes,
interesadas por las obras necesarias.
En aquel camino estábamos y entusiasmados por el indetenible
crecimiento de nuestra presencia pensabamos que Gobernar Córdoba era posible.
Pero lo mismos de hoy, que son los mismos de siempre, no están dispuestos a
abandonar prebendas y beneficios, negocitos y negociados. Por eso nos pusieron
la traba. Fue revolcón y caída. Ponernos de pie y continuar con nuestro empeño.
Esa fuerza que no perdimos pese a haber sido despojados, nosotros y
quienes creyeron que había llegado el tiempo de gobernar la provincia con un
color distinto a los conocidos por la alternancia bipartidista, nos hizo seguir
y aquí estamos.
En setiembre del 2007 el dólar cotizaba a 3.11 comprador; vendedor,
3.15. El boleto de ómnibus tenía un precio de 1.20 desde el año anterior. La
deuda consolidada de la provincia (oficialmente consolidada, aunque presumíamos
que era sensiblemente superior) era de 18.220 millones de pesos.
Han pasado sólo siete años y una buena parte de la sociedad ve al
progresismo como un fracaso y en semejante circunstancia, los dueños del poder,
los que nunca cedieron tener la sartén por el mango y el mango también, están dispuestos
a meter marcha atrás y volver por las suyas. Con todo. Sin concesiones.
Mientras, muchos seguimos convencidos que sigue siendo necesario,
indispensable, recomponer la equidad y la igualdad de oportunidades, aunque los
responsables del caos que vivimos –por sobre mejorías que no desconocemos pero
que se invalidad en los vicios ocultos- batan el parche para quedarse y empeñen
las cuentas públicas ofreciendo más circo que pan.
Hoy la inflación se come la billetera; los que viven de su sueldo
comen lo que pueden; el dólar ronda los 14 pesos y la nafta multiplicó en siete
años cinco veces su valor: de 2.19 la super llegó a los 12 pesos actuales.
Y la deuda pública cordobesa, aquella que se esconde y no se toca, ha engordado ilimitadamente por la
construcción de Obras públicas no productivas (Centro Cívico, Estadio Kempes,
Faro del Bicentenario, Nueva Terminal de Ómnibus, por caso) y por la emisión de
bonos que se utilizaron para pagar deudas. Patear para adelante, es la costumbre.
Nosotros seguimos ilusionados. Creemos que es posible una Córdoba
distinta, parada sobre números ciertos, con un equilibrado manejo de lo que se
recauda con lo que se invierte. Sólo basta ser cristalino y prudente para que
la salud tenga insumos, las aulas dejen de ser contenedores y la obra pública
mejore la calidad de vida y no el paisaje. Si no volvemos a la ética, a la
honestidad y a la transparencia, estos vivos que nos empeñaron el futuro son
capaces de construir un mar (aunque sea de mentiras, que es su hábito) para
justificar sus negocios y el sentido de un Faro innecesario. Y lo peor, seguirán
sumergiéndonos en la inseguridad, porque la policía que no vela por nosotros y
se enreda en los pliegues del narco tráfico, necesita de una conducción política
ajena al delito y de una justicia cabalmente independiente. Lo demás, es
fraude.