F Pido la Palabra: El cambio debe ser de fondo

viernes, 22 de junio de 2012

El cambio debe ser de fondo

El salario no es ganancia


Una vez más, coherentes con nuestro origen, vamos a tomar distancia de las posiciones preestablecidas por los mismos de siempre  para fijar una posición clara y precisa sobre una situación difícil y sin soluciones a la vista, nacida de un reclamo legítimo pero manipulado por unos y otros con intencionalidad política.
Hasta ayer Hugo Moyano, otrora aliado del gobierno nacional, aparecía como el bárbaro, el torpe, el ogro sindical imbuido de codicia y dispuesto como tal a atropellar contra el mundo entero interesado sólo en sí y en los suyos.
De un día para el otro, quien fuera punta de lanza contra los piquetes rurales en la 125, aquel a quien se lo exaltó como prodigio en la nueva argentina, cruzó la orilla y lo pararon entre los duendes del mal.
Del mismo modo, los amantes de los suyo y de sus billeteras, los soñadores de una Argentina próspera únicamente para los pudientes, rescataron al gran camionero para convertirlo en adalid de la gran causa nacional.
Frente a tanto ruido, creemos prudente y necesario afinar el sonido ambiente, acotando la coyuntura con definiciones de fondo.
La primera: lo de Moyano es una lucha interesada. Se planta y fija posición extrema procurando retener su conducción cegetista, cueste lo que cueste, pensando en las oportunidades electorales del 2013 y del 2015.
La segunda: El Gobierno de Cristina Fernández va al choque contra el chofer peso pesado no por diferencias de fondo, sino porque ve en él una potencial complicación en el uso del poder pensando en el mañana.
La tercera: Los que son de palo, los que no tienen nada que ofrecer –opositores inútiles o interesados- y no se conforman con quedar afuera mirando el mazo sin tocar las cartas, consideran a Hugo Moyano el as marcado que les posibilitará reverdecer laureles marchitos.
Armado este enorme lío, una causa legítima como es exigir la elevación del mínimo no imponible ha pasado a ser el eje de una disputa falsa que encuentra razones en un pasado no tan lejano y nunca corregido, cuyo Satanás sigue suelto y con pretensiones de reinstalarse: Domingo Felipe Cavallo.
Para ser claros, la presidente y Moyano cruzan sablazos sin tocar el modelo. Pero existe una definición que es básica y no se toca, aquello de que el salario no tributa. El sueldo, sueldo es.
Bajo esta definición nos parece increíble y hasta exagerado que un dirigente trabajador, que dice representar a las mayorías, paralice a un país entero, so protesto de mejorar el ingreso de los beneficiados por este estado prebendario, que mientras paga sueldos de lujo a unos pocos, sumerge en la miseria a la gran mayoría de los argentinos, padecientes de haberes que no llegan a superar los tres mil cuatrocientos pesos, valor de la canasta que marca la línea de pobreza.
El mínimo no imponible alcanza hoy a uno de cada diez trabajadores argentinos. Tal como se lo conoce en el presente es el resultado de una hábil maniobra de Cavallo que en su momento aplico una imposición tributaria que obligaba a contribuir a “trabajadores calificados” (gerentes y demás) con sueldos altos e inalcanzables para el hombre de la calle. Hoy el mínimo no imponible es de 5.782 pesos para los solteros y para los casados con dos hijos de 7.998.
Esta base no ha sido corregida desde hace tiempo por lo que cada vez más trabajadores, cuando les aumentan el sueldo, deben compartir la mejora con la Administración Federal de Ingresos Públicos. Es tan grosero el desfasaje que muchísimos trabajadores entregan la mitad de su ingreso cada mes al estado.
La inflación, negada y mentida por el gobierno en su real dimensión, ha modificado el target laboral y si hace unos años ganancias era un impuesto destinado a los asalariados vip, hoy, con “paritarias libres” que el gobierno digita a su antojo, ha devenido en un impuesto a los ingresos personales, no a las ganancias.
Mientras tanto, en este país de todos y todas, no se aplica impuesto a las rentas financieras y se hace vista gorda con los grandes contribuyentes.  
Frente a la descripción realizada y pensando en voz alta, nos preguntamos: ¿no sería más lógico movilizarnos por un haber mínimo de cinco mil pesos? ¿No sería mejor sincerar los números de la inflación para que el crecimiento de precios y salarios tengan parangones reales de corrección?
Claro, corregir sería quitarle al Poder Ejecutivo sus poderes discrecionales; sería reintegrarle al Congreso su potestad en la determinación de las contribuciones. Sería terminar con la conformación de una oscura caja de valores, de donde se sirve la coparticipación, para sostener las cuentas públicas y su quebranto achicándole el sueldo a los que trabajan.