El salario no
es ganancia
Una vez más, coherentes con nuestro origen,
vamos a tomar distancia de las posiciones preestablecidas por los mismos de
siempre para fijar una posición clara y
precisa sobre una situación difícil y sin soluciones a la vista, nacida de un
reclamo legítimo pero manipulado por unos y otros con intencionalidad política.
Hasta ayer Hugo
Moyano, otrora aliado del gobierno nacional, aparecía como el bárbaro, el
torpe, el ogro sindical imbuido de codicia y dispuesto como tal a atropellar
contra el mundo entero interesado sólo en sí y en los suyos.
De un día para
el otro, quien fuera punta de lanza contra los piquetes rurales en la 125,
aquel a quien se lo exaltó como prodigio en la nueva argentina, cruzó la orilla
y lo pararon entre los duendes del mal.
Del mismo modo,
los amantes de los suyo y de sus billeteras, los soñadores de una Argentina
próspera únicamente para los pudientes, rescataron al gran camionero para
convertirlo en adalid de la gran causa nacional.
Frente a tanto
ruido, creemos prudente y necesario afinar el sonido ambiente, acotando la
coyuntura con definiciones de fondo.
La primera: lo
de Moyano es una lucha interesada. Se planta y fija posición extrema procurando
retener su conducción cegetista, cueste lo que cueste, pensando en las
oportunidades electorales del 2013 y del 2015.
La segunda: El
Gobierno de Cristina Fernández va al choque contra el chofer peso pesado no por
diferencias de fondo, sino porque ve en él una potencial complicación en el uso
del poder pensando en el mañana.
La tercera: Los
que son de palo, los que no tienen nada que ofrecer –opositores inútiles o
interesados- y no se conforman con quedar afuera mirando el mazo sin tocar las
cartas, consideran a Hugo Moyano el as marcado que les posibilitará reverdecer
laureles marchitos.
Armado este
enorme lío, una causa legítima como es exigir la elevación del mínimo no
imponible ha pasado a ser el eje de una disputa falsa que encuentra razones en
un pasado no tan lejano y nunca corregido, cuyo Satanás sigue suelto y con
pretensiones de reinstalarse: Domingo Felipe Cavallo.
Para ser claros, la presidente y Moyano cruzan sablazos
sin tocar el modelo. Pero existe una
definición que es básica y no se toca, aquello de que el salario no tributa. El
sueldo, sueldo es.
Bajo esta
definición nos parece increíble y hasta exagerado que un dirigente trabajador,
que dice representar a las mayorías, paralice a un país entero, so protesto de
mejorar el ingreso de los beneficiados por este estado prebendario, que
mientras paga sueldos de lujo a unos pocos, sumerge en la miseria a la gran
mayoría de los argentinos, padecientes de haberes que no llegan a superar los
tres mil cuatrocientos pesos, valor de la canasta que marca la línea de
pobreza.
El mínimo no
imponible alcanza hoy a uno de cada diez trabajadores argentinos. Tal como se
lo conoce en el presente es el resultado de una hábil maniobra de Cavallo que
en su momento aplico una imposición tributaria que obligaba a contribuir a “trabajadores
calificados” (gerentes y demás) con sueldos altos e inalcanzables para el
hombre de la calle. Hoy el mínimo no imponible es de 5.782 pesos para los
solteros y para los casados con dos hijos de 7.998.
Esta base no ha
sido corregida desde hace tiempo por lo que cada vez más trabajadores, cuando
les aumentan el sueldo, deben compartir la mejora con la Administración Federal
de Ingresos Públicos. Es tan grosero el desfasaje que muchísimos trabajadores
entregan la mitad de su ingreso cada mes al estado.
La inflación,
negada y mentida por el gobierno en su real dimensión, ha modificado el target
laboral y si hace unos años ganancias era un impuesto destinado a los
asalariados vip, hoy, con “paritarias libres” que el gobierno digita a su
antojo, ha devenido en un impuesto a los ingresos personales, no a las
ganancias.
Mientras
tanto, en este país de todos y todas, no se aplica impuesto a las rentas
financieras y se hace vista gorda con los grandes contribuyentes.
Frente a la
descripción realizada y pensando en voz alta, nos preguntamos: ¿no sería más
lógico movilizarnos por un haber mínimo de cinco mil pesos? ¿No sería mejor
sincerar los números de la inflación para que el crecimiento de precios y
salarios tengan parangones reales de corrección?
Claro,
corregir sería quitarle al Poder Ejecutivo sus poderes discrecionales; sería
reintegrarle al Congreso su potestad en la determinación de las contribuciones.
Sería terminar con la conformación de una oscura caja de valores, de donde se
sirve la coparticipación, para sostener las cuentas públicas y su quebranto
achicándole el sueldo a los que trabajan.