Las enseñanzas del Cordobazo
Cuarenta y tres años después del Cordobazo la provincia vive
en un mismo pantano, donde ayer militares con botas y hoy neoliberales de calzado
fino evitan pisar el barro, para -con pulcritud
y esmero- mirar a la distancia la pobreza y el retraso que signa la vida de
miles de ciudadanos afectados por el modelo que encaramados en el poder procuraban
y procuran perpetuar.
La historia, aun cercana, ha minimizado el valor real del 29
de Mayo de 1969, quitándole la dimensión que alcanzó como expresión de una
sociedad levantada contra la injusticia, contra la pérdida de valores propios
de la dignidad del que trabaja y, por ser tiempos de dictadura, con las
garantías mínimas de libertad avasalladas.
Por supuesto que la situación es otra. Con la recuperación
de la democracia hace ya 29 años, el margen de los beneficiados por la
inequidad y la injusticia ha disminuido; aunque sin que nadie pueda negarlo, en
repetidas ocasiones han emergido manifestaciones de retroceso.
No fue sino eso la irrupción del menemismo en los 90,
engañando con el” salariazo y la revolución productiva”, para darle sin
vergüenza paso al Estado ausente; descontrolando la salud, la educación y la
vivienda; cerrando fábricas y eliminando puestos de trabajo; beneficiando al
capital extranjero.
Ese Estado, tardíamente importado a Córdoba con el Estado
Nuevo de José Manuel de la Sota, busca revitalizarse con el regreso al gobierno del mismo impresentable, épico
responsable de Unión por Córdoba y socio vitalicio del bipartidismo que procura
mantener a flote con sus fortalecidos lazos con el radicalismo.
Sería demasiado otorgarles a los tutores del descalabro presente
la autoría intelectual de los males que nos aquejan. Córdoba ciudad está
inserta en Córdoba provincia, la provincia en el país y Argentina en el mundo.
Un mundo globalizado que ha devaluado los valores sociales y políticos, en el que imperan
economías asfixiantes que nacen del interés compartido entre capitalistas y
gobiernos amigos, quienes atrapan con la prebenda y el subsidio a miles de
ciudadanos que no tienen otra (al menos por ahora) que aceptar las ataduras.
Pero así como muchos son cooptados por unos pocos que con
uñas y dientes se aferran del privilegio,
otros nos oponemos a esta realidad afirmando principios y valores.
Este camino, el de la búsqueda, requiere de amplitud de
criterios. Debemos ponerles límites precisos a los casilleros por donde se
mueve el enemigo, entendiendo que, aunque por carriles distintos y hasta contradictorios,
actuamos, pensamos y luchamos millones de argentinos que coincidimos en casi
todo y a los que nos diferencia casi nada.
Es allí, en ese sitial, donde debemos rememorar al Cordobazo: en un marco de lucha construido
por referencias que acumulan dos siglos, prolongado tiempo durante el cual
pocos vivieron de muchos y muchos vivieron con muy poco.
Desde esta definición es fácil traer a nuestros días las
enseñanzas del 29 de mayo, porque la
pelea sigue siendo por la vigencia plena de las instituciones con una real
independencia de los poderes; sigue siendo por justicia; por igualdad de
oportunidades; por equidad; por salud, educación y trabajo. Sigue siendo por la
dignidad del que trabaja. Y la lucha, en unidad, con amplitud y coincidencias
claramente establecidas, favorecerá a las mayorías. Con preceptos que hicieron
suyos tipos como Atilio López y Agustín Tosco, peleadores fraternos por la
libertad, la igualdad y la justicia
social, ajenos a la componenda y al negociado que anima a los “moyanos y a los
lescanos”, zambullidos en el negocio personal y por lo tanto más interesados en
lograr que suba la base imponible en el Impuesto a las Ganancias que en el
crecimiento del ingreso del que labura.