YPF debe volver a ser argentina
Primeros apuntes sobre un tema esencial
No por esperada la estatización de YPF ha dejado de
sorprendernos y se abren una serie de interrogantes que sólo encontrarán
respuestas si somos capaces de debatir, coincidir, disentir y consensuar.
Atrapados por la sorpresa lo peor que nos puede ocurrir es
dejarnos enredar por la euforia, convencidos que renacionalizar nuestra
petrolera se limita a pintar de celeste y blanco lo surtidores.
Esta euforia, legítima, sincera, sentida, debe ir acompañada
por un concienzudo Plan Nacional Energético, cuya ausencia es lo que nos
arrastró a este caos en el que estamos. Y ese caos esconde en sus entrañas
negocios “non santos” que debemos poner a la vista de la Justicia, para esclarecerlos
y poder avanzar sin omisiones que tapen los suculentos beneficios obtenidos por
un par de pícaros.
Nosotros vamos a acompañar la decisión de hacer Argentina a
Yacimientos Petrolíferos Fiscales, pero no lo haremos a libro cerrado ni con la
boca cerrada, tragándonos el sapo de ver sentados a De Vido y Kicilloff
tironeándose por quedarse con el destino de la mayor empresa argentina.
Nuestro voto será para recuperar lo que perdimos; vamos a
votar la propuesta en general; pero en particular, punto por punto,
cuestionaremos los desaciertos cometidos, demandaremos las explicaciones que no
aparezcan en la letra del proyecto y fijaremos posiciones muy claras intentando
aportar a una política que nos de solidez energética.
Pasar esto por alto sería actuar con una irresponsabilidad
mayúscula, cayendo en la trampa de la improvisación que se ha hecho costumbre. La
semana pasada todo hacía suponer que recuperaríamos YPF dando pasos que no nos
complicarían la relación con un mundo de capitales que hoy nos mira con sus ojos
muy abiertos porque hemos ratificado nuestra condición de irresponsables e
impredecibles, al colocar todos los dardos sobre el porcentaje de la titularidad de Repsol y no hemos tocado los títulos de Esquenazzi / Petersen que manejan la cuarta
parte de la compañía sin haber puesto un peso. Ese paquete fue obtenido graciosamente
y podría haber integrado la expropiación sin desembolsar tampoco una sola
moneda.
Las causales esgrimidas son ciertas, pero hasta hoy fueron
escondidas y con liviandad se adjudica a terceros la responsabilidad de lo que
ocurre. El año pasado nuestro país, nosotros, debimos importar petróleo por
nueve mil millones de dólares, desnudando una imposibilidad de autoabastecimiento
brutal, situación que por el camino tomado no podremos revertir en uno o dos
años.
YPF, porque REPSOL no invirtió y repartió utilidades como si
fuera hacer estallar la piñata de un cumpleaños, fue vaciada y la inversión fue
nula. Pero la salida que vislumbramos no significa un cambio. Porque de modo
alguno cambiar puede ser obra del zorro administrando el gallinero, como lo es que
De Vido esté sentado en el máximo sitial a modo de interventor. No podemos
pasar por alto que el representante del Estado nacional en el directorio de YPF
Repsol nunca haya objetado nada y mucho menos que después del 2008 cuando hubo
cambio de titularidad en los paquetes accionarios, el vínculo fuese renovado en
dos ocasiones consagrando la manchancha.
Y miren que paradoja: a favor de este acto irresponsable va
a jugar el enorme juicio internacional que nos vamos a comer, porque deberemos
vérnosla con el CIADI, estrado en el que un juicio de estas características
llevará no menos de cinco años, tiempo suficiente para seguir improvisando
mientras nuestra energía se desmorona.
No sólo hay que decir YPF es Argentina. Hay que tomar
conciencia que para salir adelante debemos integrarnos a un marco regional, en un
mundo que nos sea favorable. Porque debemos pensar que para nacionalizar la
producción petrolera, en exploración y prospección
del subsuelo debemos invertir no menos de treinta mil millones de dólares y
otros cuatro mil en refinerías; que con la logística portuaria con la que
contamos no vamos a ningún lado y que allí se necesitan otros diez mil millones
de billetes verdes. Para un trienio, nos hacen falta 45 mil millones de
dólares!
Y no todo termina allí, porque en el mundo en el que
vivimos, con la certeza encima que el petróleo es finito y que alguna vez se
acabará hay que pensar en las energías no convencionales o alternativas, y no
lo hacemos. Seguimos atados a obras imposibles y costosas, a tecnologías
inadecuadas.
Hacernos de YPF es en el campo de la energía tomar el toro
por las astas y corregir de fondo. Es pintar los surtidores y llevar estaciones
hasta el último confín del territorio. Pero es mucho más atarnos a una clara y
decidida política de Estado, utilizando la cabeza y no solo el corazón, para
que las reservas de Vaca Muerta, en Neuquén, sobre la cordillera y con una
superficie de 30.000 km2, nos aseguren buena parte del
abastecimiento y ahorro de divisas.
Objetivos nacionales, el bien común y no los negocios
personales; previsibilidad y reglas de
juego claras y perdurables constituyen el marco que debe guiarnos para, al cabo
de un tiempo prudencial de trabajo y con el trabajo sustancial de las dos
cámaras del congreso -constituyen el marco en el que deberá definirse la salida
a esta decisión del Ejecutivo-, arribar a las conclusiones para hacer viable
una iniciativa a la que acompañamos pero
a la que no le entregaremos el voto porque sí, como si lo harán algunos de los
72 Senadores de la Nación que no dudan un segundo en cambiarse el color de la
camiseta para sumarse al seleccionado que sea, como por ejemplo el neoliberal
Carlos Menem, responsable total de las privatizaciones y hoy fiel soldado.
Y una última reflexión: enfrentar a España por Repsol no
será gratis. A la serie de acciones que Madrid ha anunciado, con acciones y
represalias que no están a la a vista pero vendrán, nos la deberemos ver con
sus 27 aliados del tratado de Lisboa y con una buena parte del mundo, atado por
intereses que no dejarán mojarse la oreja.